jueves, 21 de abril de 2011

Domingo de Ramos

Apuntes de aquí y de allá

El calvario de la palma

Ramón Sosa Pérez

Ante la proximidad de la Semana Mayor, salta la inminencia del retorno a la tierruca y entonces reaparecen cuadros de añoranza y recuerdo de otros tiempos, idos ya, cuando los llamados días santos eran lazo que ataba la reflexión contrita de los católicos en expresiones de recogimiento familiar, amén de ocasión para transigirse con el dispendio de la buena mesa hogareña. En los pueblos interioranos merideños la tregua implicaba cercanía con el precepto de la privación, del ayuno y de la penitencia, observado con rigor por los mayores y desobedecido apenas por una generación que se adelantaba siempre a romper los moldes tan severamente custodiados por padres y abuelos. No hemos arrinconado estos inventarios de la memoria, repasados en pasmosa analogía por sus protagonistas en Semana Santa. Domingo de Ramos, amasijo del pan, las maporas que suplían las canicas de cristal, el trompo, la Cívica, el Lavatorio de los pies, las Siete Palabras y la Misa de Resurrección, eran los cuadros del costumbrismo que más nos impresionaban.

Se hace abundosa la memoria para trasladarnos al Mucutuy de mis recuerdos y referir que en casa de los pudientes había ambiciosa mesa para el menesteroso, eternizando la senda que hacíamos para la provisión que mi casa repartía en hogares de poca despensa como los de Filomenito y Nicasio Díaz, Pedrito el de los canastos o Toñón Altuve, sin olvidar que eran convidados a nuestra mesa el sargento Pedrón y los caciques del Paradero y Mucurizá, entre quienes estaban Dominguito Dugarte y Antonio Rangel. Ellos integraban La Cívica; guardia pretoriana que escudaba el cuerpo yacente del Señor desde el viernes de Pasión hasta el sábado de Gloria. Don Eladio Yzarra, legatario del Santo Sepulcro, atendía la logística de La Cívica en Mucutuy. En días previos a Semana Santa, los milicianos cruzaban la empedrada calle con campechano garbo marcial, seguidos de la chiquillada que se animaba con los ensayos. Íbamos en algarabía, hasta que algún enmohecido rifle estrujado con picardía sobre el vetusto pavimento, nos ponía en polvorosa. Pedrón Rangel dirigía La Cívica y uno de la soldadesca ocupaba lugar en las mesas familiares de Jueves o Viernes Santo.

Invariablemente a mi casa acudía el sargento, egresado de las montoneras del gomezalato que en los pueblos del sur se atesoraban como reliquia y que los muchachos nos embelesábamos con su particular atavío, sobre todo cuando arrastraban las viejas escopetas en la noche de Gloria y sus trabucos nos desperezaban soñolientos en la banqueta de la iglesia. Recuperados del letargo, repasábamos en cándida cuenta regresiva lo que había ocurrido en los días precedentes hasta llegar al Domingo de Ramos, cuando el sacerdote reclamaba penitencia, mientras su diestra bendecía las palmas de la procesión. Precisamente, el Domingo de Ramos guardaba sitial especial en nuestra retina. Desde el sábado llegaban al pueblo los “cargadores del ramo”, que desde lo alto de las frías montañas de Mocomboco y Mucucharaní acarreaban la codiciada planta que semejaría la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén, en medio de la multitud que lo saludaba como Hijo de Dios.

En los altares del sur había pródiga expresión de bondades artesanales que incluían tejidos y calados con las hojas de palma, cuyos motivos causaban admiración. El tiempo y la frecuencia con que revisamos la disminución de la calidad de vida en escenarios urbanos, nos lleva a reflexionar sobre el deterioro al ecosistema que causa la devastación de inmensas zonas que fueron ricas poblaciones de Palma de Cera (ceroxylon). Sabemos que el dilema entre tradición cristiana y conservación ambiental viene de años y que la palma es símbolo de fe que muchos creen insustituible, pero no es menos cierto que por su tala desigual la especie está en cuarentena y sin duelos aparentes.

Un reciente trabajo de la ambientalista y cronista de Boconó, doña Lourdes de Isea, admirada por su valiosa tarea de celadora de nuestra fortaleza cultural andina y custodio de la biodiversidad nacional, nos ha puesto en autos ante la urgencia de sumarnos a la preocupación de alertar sobre el riesgo que enfrenta la palma de cera. A ejemplo está el Ministerio del Ambiente en Ecuador, que desde hace 8 años advirtió su rápida extinción, igual ha ocurrido con México y Bolivia, en éste último se habla incluso del Viacrucis de la Palma, revelando el suplicio de la especie. En Bogotá, las comunidades han propuesto llevar el Domingo de Ramos otras plantas en tarros y potes, trocando el día en ocasión para defender la naturaleza antes que agredirla, destruyendo las menguadas poblaciones de palma. Quizá nosotros pudiéramos ensayar con modestos viveros en las casas y motivando nuevos plantíos que el año próximo recuperen espacios para la palma de cera. Eso seguramente nos reconciliaría con la naturaleza y devolveríamos la tradición cristiana de la Semana Santa, con mayor realismo y responsabilidad, a nuestros pueblos. No estaría de más que nuestros pastores lideren la propuesta. ramonsosaperez@yahoo.es

martes, 19 de abril de 2011

Semana Santa en los Pueblos del Sur Un Lindo Peregrinar


SEMANA SANTA EN LOS PUEBLOS DEL SUR”

Và Crucis El Peregrino de la Montaña

Canaguà


Pbro. Edduar Molina Escalona*


En la noche del Domingo de Ramos, con la encomienda hecha al Señor en la vieja Capilla de Estanques, el “Cristo peregrino de la montaña” llevado en hombros de Don Pablo Hernández,su esposa Socorro Duran, sus fieles amigos y familiares, nos invita a enrumbarnos a la extraordinaria experiencia de una “semana santa en los pueblos del sur”, comenzando por el más largo Vía-crucis de 85 kilómetros.
El recorrido abarca tres tramos, desde Estanques hasta el páramo “Las Nieves”. Con las estaciones del frío serranero, la densa neblina y el silbato de los fuertes vientos se asciende hasta la segunda etapa, el pueblito de El Molino. Hay fiesta y algarabía, el número de participantes va aumentando; para iniciar la tercera etapa, desde el Molino, hasta el “Parque del motor”, pautada la llegada para el día miércoles santo.el Vía-Crucis, llega hasta el pueblo de Canaguá, acompañado de un gran número de jóvenes, de varios sitios de la geografía regional. El pueblo de Canaguá con su párroco, salen a recibirlos con un verdadero encuentro fraterno de devoción y fe que desde hace quince años se viene celebrando. Con oraciones, abrazos y lágrimas los devotos peregrinos son recibidos en el Gólgota de la esperanza y la caridad de nuestros coterráneos sureños. A partir del Domingo de Ramos, las calles de los humildes poblados son abarrotadas por los amigos del campo que llegan con sus palmas para ser bendecidas. Muchos hacen sus “mudanzas” a las casas del pueblo, con sus verduras, quesos ahumados y pan casero para participar de lleno en las celebraciones de la liturgia de este tiempo. La profunda fe y rica tradición cristiana, formada por los curas doctrineros, en la conciencia de nuestros pueblos surmerideños, llevan a observar a cabalidad las duras prácticas cuaresmales: el ayuno, la abstinencia de carnes, el guardar los “días santos” de la rutinaria faena del campo, “aprontando” lo necesario para el bastimento”, todo ello en la más hermosa convivencia cristiana, no se debe proferir palabra de insolencia, se perdonan faltas, matizando con el jolgorio de la chiquillada en los juegos de trompo, los joques, las metras, el burro, y tantos más, que alegran el ambiente austero y rígido del devocional católico de antiguo, aún fresco en la memoria de nuestros abuelos. El Lunes Santo el humo de los antiguos hornos de ladrillo, anuncian que el pan criollito ya esta listo. Todo un trajinar familiar, pero también reencuentro fraternal.
El Martes Santo una comisión destacada de cada parroquia, acompaña a sus ministros para la “Misa Crismal”, ocasión propicia para revivir el misterio de la unidad y comunión de nuestra Iglesia, en torno a la figura del Obispo, los sacerdotes renuevan sus promesas y los fieles hacen entregan la “Campaña Compartir”, noble gesto para el apostolado social. El Miércoles santo se engalanan de trajes morados para la gran procesión del Nazareno, un ferviente recorrido por las calles del pueblo lleva en hombres la figura de Cristo que carga con nuestros pecados. El Jueves Santo se expresa con gran variedad, “los siete potajes”, manifestación genuina del ágape pascual. Las familias se invitan a compartir las delicias de sus platos reúnen en horas del mediodía: las sopas y caldos criollos, el mute, el palmito, el pescado, los atoles y los dulces de cabello de ángel, higos y lechoza, junto al majarte, hacen de esta fiesta la añoranza de cada año. El Viernes Santo se puede disfrutar de las escenas de la pasión y muerte de Nuestro Señor, los jóvenes y mayores presentan el mejor repertorio: hay llanto en las dolorosas, gritos y furia en los soldados romanos, dolor en el rostro de la Madre, sufrimiento y entrega en el personaje principal: Cristo crucificado. En los campos no se oye el repicar de las campanas, sino el lamento de la “matraca”, son días centrales, las ceremonias litúrgicas, vividas con fe y devoción por las familias
Sureñas; la humildad del lavatorio de los pies, la bella estampa del monumento al Santísimo, adornado con las naturales orquídeas y flores de nuestros campos, invitan a la más sublime meditación de los misterios de la Pascua. El sábado santo la fiesta de la Resurrección se inicia con la bendición de la luz, las velas de cera, hechura de las manos callosas de nuestros campesinos, hacen el gran lucernario de la noche, seguido del canto de Gloria.
Verdadero acontecimiento pascual, se rompe el velo del templo, en la noche oscura, una gran luz destella, es el Cristo muerto que ¡Ha resucitado!...hay repique de campanas, estruendo de la pólvora, los soldados salen corriendo por el centro de las iglesias, los niños vestidos de ángeles entonan el Aleluya y una gran alegría se contagia entre los asistentes. Le sigue la bendición de la fuente bautismal, en humildes “taparas” los campesinos llevan el agua para ser bendecida y luego utilizada como sacramental en los hogares, otras veces para ser enterrada en la sequía de sus potreros, pues por seguridad de fe allí nacerán las nuevas fuentes cristalinas para bendición de todos. De este modo el reservorio espiritual de nuestro estado Mérida, resalta sus mejores y auténticas muestras de fe y vida cristiana, honda tradición y ferviente piedad en el Señor que vive en medio de su pueblo.

Visita esta enlace: http://www.youtube.com/watch?v=1lH-62hF4jg